Tengo un recuerdo de cuando tenía 7 u 8 años. Debe haber sido en aquel tiempo porque ha esa edad una ya recuerda bien todo y recuerdo muy bien todo, cada detalle, lugar, las caras de los niños y las niñas que estaban ahí sentados en el pasto aún mojado por los regadores de la madrugada, hasta frío hacía en pleno diciembre. Veo la caras de los pre adolescentes que me miraban como diciendo “hazlo luego o todo será un desastre” y las caras de los demás niños de mi edad e incluso más chiquititos, muriendo de miedo. Ya de grande comprendí que, de más pequeño hay mayor empatía, ya que se tiene esa sensibilidad que se va perdiendo mientras la sociedad te mete pasando por los ojos, las orejas, la boca y los poros de la piel.
Ahí estaba esa mañana, fría de pleno calor de verano. Los veintitantos niños y niñas hacían una media luna y yo al medio temblaba, mientras el adulto a cargo de todos me presionaba. Esa mañana no habría nada para ningún niño si es que la pecosa no hacía lo que ese adulto decía.
-“Atención, tu párate y te vas a tirar un piquero, si no lo haces, nadie tendrá clases de natación, todos volverán al camarín, se cambiarán el traje de baño y nadie tendrá piscina hoy.” sentenciaron las palabras.
La angustia invadió mi cuerpo, la incomprensión se tomó mi cerebro y comience a temblar. Los dedos de mis pies bien puestos, la espalda recta, las manos perfectamente bien agarradas enganchadas por ambos pulgares, barbilla hacia abajo. Postura impecable. Y mis ojos llenos de lágrimas que caían hacia el agua, agua de esa piscina que era enorme, y no era enorme porque yo era chiquitita, era enorme porque siempre lo fue y estábamos en la parte honda. Esa piscina fue el lugar de todos los paseos de curso mientras crecí. Era enorme.
-¡Vamos! El Piquero ahora de lo contrario no hay piscina hoy, si no te tiras no hay pisicna.
Sospecho deben haber pasado 20 minutos ahí parada llorando, temblado, aterrada y humillada. Quizás fueron menos minutos, pero es un recuerdo que hasta hoy persiste en tiempo eterno.
No me tiré.
Me empujó.
Caí parada al agua y me hundí, recuerdo burbujas, miedo, aleteo para salir, agua dentro de mis pulmones, tos… miedo, vergüenza, caída, desarme, desamparo, catástrofe, golpe, abandono.
Ese día los niños y las niñas, así como los adolescentes, tuvieron piscina y sus respectivas clases. Muchos deben haber aprendido estilo en nadado y otros a tirarse piquero.
Yo aprendí que tu máximo enemigo, puede ser tu padre, el profesor de natación.
Anoche soñé con un hombre alto, rubio, de tez muy muy blanca, muy distinto a los hombres cercanos a mi familia. Yo tenía en mis brazos a mi hija mayor, pero ella era una guagua de unos ocho meses. Me hablaba muy firme, como si fuera de un país muy frío, no sé por qué digo esto. El desde arriba y yo lo miraba desde muy abajo. Este hombre era mi amante, sé que dormía con él, porque dentro de las cosas que me decía, me sentenció que: “a esta niña hay que sacarla de la cama, duermo mal con ella, me da patadas, no podemos dormir con ella…” Me aterraba. Agarraba fuerte a la Camila, que era mi guagua y como que me sentía una refugiada a la que iban a violar, a la que le iban a robar a su hija. No sé bien cómo explicar, pero corría para escapar de este hombre que lograba ver que sólo daño nos iba a provocar a las dos. Luego hay una feria artesanal, hay artesanos, y yo escondida con mi hija, tengo miedo y dos gitanas me leen la mano, vuelvo a sentir miedo y una de ellas me dice que no me preocupe que hay lobas y sirenas esperando, debes dar un Golpe de Timón.
Leslie Power
Sueños delobasysirenas.