Hace meses que llevo estudiando sobre “victimología” y dejando de lado el término “masoquismo”. En palabras simples, decir algo así como “a ella la maltrataban porque le gustaba” “bueno ¿pero viste cómo andaba vestida? con ese escote y esa faldita cualquiera se antoja”, “pero si ella siempre era media extraña, capaz que él ya no la aguantaba”. Estas son algunas ideas donde ponen a la víctima adulta en el lugar del masoquismo, es decir es a ella, a la víctima, a la que le gustaba sentir dolor, la que “buscaba” el maltrato o se se lo merecía, y luego, la idea se acompaña de otra repetida y muy cuerda que es: “pero jamás el abuso se justifica.” No sé si logramos darnos cuenta, pero se desliza un machismo encubierto. Permitimos que ideas se repitan, ya que estamos enredados en una falta de estudios y de comprensión de conceptos que las autoridades que trabajan en mujer, niños y violencia debiéramos actualizar. Debemos poner atención ya que no se detienen las violencias intrafamiliares y por más campañas, los femicidios continúan. La víctima no suele ser culpable, ni masoquista, es víctima. Y si comprendemos de manera más profunda viene siendo ha víctima hace años, viene siéndolo desde su niñez.
En el mundo de los niños, se dice: “te pegué para que aprendas”, “¿te diste cuenta lo que hiciste? ¿ahora quieres que te de dulces luego de cómo te portaste, noooo, ahora te quedas solo, por insolente.” “Estás castigada, desordenaste toda la casa, portaste pésimo te ganaste el castigo.” Nuevamente, la niña o el niño es el culpable y merecedor del abuso por parte del adulto quien va a corregir con un golpe, castigo o retiro del cariño (ley del hilo / indiferencia) o todas las medidas anteriores juntas, la “mala” conducta del niño.
Sólo para recordar o quizás para nuestra información – porque de esto no se habla en las escuelas ni en las reuniones de apoderados o por lo menos a las que yo he ido por 14 años – jamás se nombró en la Convención de los Derechos del Niño (CIDN), a la que Chile se adscribió en 1990, la cual dice que es maltrato psicológico – ojo maltrato psicológico, no hablo del físico – la violencia verbal, los comportamientos sádicos y despreciativos, la repulsa afectiva, las exigencias excesivas o desproporcionadas en relación con la edad del niño, las consignas e inyecciones educativas contradictorias o imposibles…
La víctima: el niño, que luego crece y acostumbrado a ser criado de esta manera, busca en sus nuevas relaciones a alguien con el mismo estilo que sus padres, alguien que suela tratarlo igual, a punta de gritos, golpes, abusos, indiferencias, lo tontee. Busca a alguien con el cual se sienta estúpida y merecedora de indiferencia. Ella o él, de adulto, se entrega de manera fácil a estas relaciones porque siempre ha vivido entre bombas, sería muy raro vivir entre buenos tratos, los desconoce, es decir “no se va a hallar” de hecho, salir con personas amorosas le va a parecer aburrido y buscará a los “malos”. A ellos, las mujeres honestas les servirán de chapa y/o para abusar, pero siempre buscarán a alguna que le mantenga el alma en un hilo, para que lo haga sentir un pedazo de porquería. Ahora que escribo recuerdo que anda un libro por ahí que creo se llama “Ellos las prefieren cabronas” Pfffffffffff….. ojalá lleguemos a encontrar un libro que su título diga, “A todos nos gustan los buenos tratos.” O el tan recomendado “El amor nos cura” de Boris Cyrulnik.
El agresor adulto, que pudo haber sido también un niño agredido, depreda a su víctima, una niña o niño agredido en su niñez. Es decir, cuerpo que quedó hecho tierra fértil para seguir recibiendo la siembra de malos tratos. Es lamentable, pero la paradoja en la mente de la víctima es ser algún día capaz de satisfacer a su agresor, incluso piensa que lo va a cambiar, “es tan solo cosa de explicarle, sin gritar, las cosas; es hablar más claramente, bastaría con tener sexo más seguido. ” Es decir, es como que el victimario va a cambiar si la víctima o agredida se porta mejor. Lo mismo que aprendió de sus figuras de apego, de quienes lo criaron, algo así como “si corrijo lo mala, loca, histérica que dice que soy, él se portará mejor conmigo, me tratará por fin bien”. Hay mujeres que llegan a creerse todo lo que el agresor les dice, apagando por completo su personalidad, y claro, como no, si calza con las agresiones de la madre o del padre. ¡Bingo! todos tienen razón, yo estoy mal. Algo así como que el agresor, supiera leer y abusar de la parte débil de su víctima y ahí es dónde le clava el puñal. Ahí es donde la deja sin movimiento.
Marie France Hirigoyen, psicoanalista francesa especialista en victimología, nos recuerda que en el mundo de los niños, “lo que los niños notan muy claramente es que no satisfacen los deseos de sus padres, o más sencillamente, que no han sido deseados. Se sienten culpables de decepcionarlos …. por eso piden excusas, pues quisieran reparar el narcisismo de sus padres. Lo hacen en vano.” La mayoría de los hijos luego de ser castigados, toma vuelo para ir a pedir perdón a quien los ha castigado, algunos padres perdonan, otros, les dicen: “lo siento, ya has dejado de ser mi hija, me has desilusionado. ” Ella, con 10 años, aún creciendo ya aprendiendo, ha desilusionado, y si no lo ha hecho y ha recibido el anhelado perdón, no servirá de mucho, sigue siendo niña, volverá a aprender de la vida como nosotros los adultos, muchas veces echando a perder y ¡ZAS! otro golpe o ¡tonta!
De la misma manera, la víctima de adulta que insiste en que quién los trata mal va a cambiar en la medida ella logre comportarse de manera adecuada. El narcisismo del que depreda es de tal magnitud, que rara vez piden disculpas porque sencillamente jamás empatizan en el dolor del otro. No lo ven, sólo se ven a sí mismos. Inclusos “ellos se sienten” los dolidos, los maltratados… habiendo sido ellos los agresores y la víctima, así queda llena de culpa, exactamente lo que le ocurre a los niños, cuando son castigados. Los niños se sienten culpables y el mecanismo que usan para comprender y justificar las agresiones de sus padres es la autoinculpación. Hace años que dejé de atender en la consulta a adolescentes y a niños, simplemente porque el trabajo con algunos de ellos me rompía el corazón y sentía que quizás trabajaría mejor con las mujeres, y así ha sido, mucho más cómoda me he sentido, pero recuerdo a uno de ellos que con 12 años me dijo:
“Es obvio que mi mamá me tiene que pegar, si me saqué un 2.5 en la prueba y además le contesté mal, ella es la encargada de educarme”.
Leslie Power
Psicóloga Clínica.
Me comías, no me podías dar porque me comías, yo era tu comida…
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