Desde hace algunos años que dejé de ver televisión. Como dice una canción “hoy me levanté con el ojo pegado, ya miré el infierno ya miré las noticias, fosas, muertes daños a la madre naturaleza, ambición, poder y a mi me agarró la depre…” (Lila Downs; Balas y Chocolate). Y, como a mi me agarró la depre con tanta tontera/realidad/crueldad que ofrecía la tele, me pegué a los libros y me hice adicta a los blogs y a las series, desde ahí he podido encontrar educación gratuita y mis ritmos de mujer, madre, trabajadora y dueña de casa, además de amiga, hermana, hija y amante. Desde ahí que busco en las series en que las protagonistas son mujeres que buscan venganza y siempre ellas han tenido una niñez en la que fueron maltratadas.
La televisión ofrece violencia a destajo y sin darnos mucha cuenta la vemos y la tragamos como si no fuera nada. Nos duele un rato ver el llanto de los niños de Siria y los de la franja de Gaza, nos duele otro rato el “Niño del Agua” que se paseo por todos los muros de Facebook. Seguro mañana, nos dolerá una nueva discotheque o metro bombardeado por terroristas donde mueran cientos de inocentes, seguro y seguro muchos cambiarán sus perfiles en Facebook con la bandera que esté defendiendo a las víctimas, seguro también luego pasará y volverán a sus fotos naturales, a su actualidad. A todos nos dolió a unos más y a otros menos. Y a los que más y a los que menos y seguro a los más o menos, nos duele porque todas estas escenas de niños “golpeados” por la guerra nos sacude las propias guerras infantiles a las que estuvimos alguna vez expuesto de niñas y de niños.
Según Alice Miller en su libro “Salvar Tu vida, la Superación del Maltrato en la Infancia” página 72 “más del 90% de la población mundial está convencida de que pegar a los niños es beneficioso para ellos. Como casi todos nosotros hemos sufrido las humillaciones que derivan de esta postura no somos consciente de su crueldad. Pero el terrorismo, la guerra, las bombas, la demolición de torres, los asaltos, el llegar y quitar, el llegar y violar, el llegar y pasar a llevar a otro y llegar y violar, el llegar y sin mediar pegar a un hijo o hija, el llegar y matar a una mujer, es sencillamente consecuencia de cómo hemos sido criados, de cómo nuestro cerebro se fue estructurando según la manera en que nuestros padres justificaban sus propios descontroles de impulsos e ideas absurdas sobre crianza, en nuestros cuerpos mientras caminamos nuestra niñez. Si fuimos hijos de una guerra familiar, donde los golpes, el alcoholismo de nuestro padre, el desorden emocional de nuestra madre era pan de cada día, para un niño es vivir en una guerra, una guerra orgánica, una guerra familiar, bombas familiares, que sufre en el día a día y que tendrá consecuencias negativas para todo su futuro, que seguramente se verá reflejado en su relación de pareja, en la relación con sus propios hijos, en la relación consigo mismo, en relaciones laborales inestables, descontroles de impulsos, tendencias a abusos de sustancias, etc. Lo mismo que pasa cuando niño se cría entre fusiles.
Esta familia estuvo inmersa en una sociedad y esa sociedad siempre ha justificado los golpes, como que son buenos de vez en cuando para corregir conductas. Y esa sociedad está inmersa en una sociedad que se denomina patriarcal, es decir, donde unos gobiernas, dominan a otros. Existen los obedientes y sumisos y los dominantes y poderosos. Donde la ley de unos aplasta a los otros. Un ejemplo de nuestra sociedad, es el adultocentrismo donde, todo gira en relación a los adultos y los niños y niñas, esperan, se callan porque los grandes estamos hablando, los niños y las mujeres juntos, los hombres en lo importante. A los niños se les pega, a los mujeres también pero no a los hombres. Cada día se les pega menos a las mujeres, aunque ya vamos en 45 femicidios este año 2015 en Chile, aunque hay algunos que dicen 38. Mujeres golpeadas, ya imaginarán cuantas. Pero ya saben, el 90% de nuestro mundo justifica los golpes, mientras sigamos así, será difícil que nuestros futuros hombres y mujeres, puedan relacionar de manera más sana que lo que nosotros lo hacemos.
Aunque tengo algo de esperanza y lo he visto cuando mujeres, la mayoría psicólogas, biólogas, médicas, hemos ido alzando la voz en redes sociales y siendo líderes de movimientos sociales por alguna causa que implique ética del cuidado. Nosotras comenzamos a publicar sin miedo las últimas investigaciones que sencillamente muestran lo sencillo y fácil de un crianza amorosa y que los golpes, castigos y dejar al bebé llorar en la cuna sólo es una tortura. Nosotras, hemos hablado y eso ha informado gratuitamente a las mujeres/madres. Un avance enorme.
Otra cosa muy buena son los Círculos de Mujeres. Las mujeres juntas se nutren, escuchan sin ser juzgadas y se transmiten sabidurías para lograr construir una sociedad donde el placer propio se obtiene cuando vemos que nuestros propios hijos e hijas están en calma.
Y por último cuando existimos terapeutas que damos el espacio para que nuestros pacientes recuerden su infancia, se permitan sentir rabia, se indignen para recuperar ahora de adultos la dignidad que perdieron cuando fueron golpeados, humillados, mal tratados por quienes ellos tanto amaban y que eran 100% dependientes. Una vez indignados, podemos reparar, aprender a mirar los mensajes de sus cuerpos adoloridos y cuidarse a si mismos como nunca nadie los cuidó. Sus padres eran ignorantes, pertenecientes a una sociedad ignorantes de los niños y de as niñas.
Tengo fe en que la información y profesionales éticos que trabajemos desde nuestra propia historia sin negarla, podamos aportar a un cambio, siempre y cuando existan nuevos adultos dispuesto a mirar sus propias heridas para no causar nuevas heridas.
Leslie Power
Psicóloga Clínica
9 de noviembre 2015