Pajaritos todos.

pajaros heridos

Ayer salí con amigas, amigas nuevas. Son las mamás de los compañeros de curso de mi hijo Julián de 5 años. Divertidas, habladoras, lindas, femeninas. Fui de las primeras en irme porque si no duermo un número determinado de horas al día siguiente mi mundo se torna en zona de guerra. Prefiero evitarlo. Además ya fue todo un logro de mi amiga Rosi lograr salir del modo ermitaña y probar cosas nuevas.
Conversé bastante con una de las mamás. Y por un momento entramos en terreno profundo. No sé si se habrá dado cuenta, pero los ojos se me llenaron de lágrimas.

Constaté que,  haga lo que haga, lea lo que lea, haga los años de terapia que haga, me tome cuanta flor de bach exista, mis hijos e hijas, siempre estarán bajo dos árboles juntos; el mío y el de su papá. Es decir, logré constatar que siempre, siempre, siempre, soy parte de un conflicto transgeneracional e imposible de desatar. Está ahí. Estuvo. Ese conflicto, herencia, historia familiar, genes, tradiciones, las podemos mirar, iluminar, hablar, tejer, pintar y escribir, pero jamás podremos eliminarlo de nuestro cuerpo, lo heredamos. Lo que ocurrió, ocurrió.

Heredamos lo que le pasó a nuestra abuela y eso afectó a mi padre, y lo que dijo, designó y dictaminó mi otra abuela, afectó a mi madre. Mis abuelos por su parte  fueron hijos de sus padres a los que también les ocurrieron situaciones para bien y para mal y eso ya no lo podemos cambiar. Ocurrió. Lo que si podemos hacer es conversar con nuestros propios padres y madres, y en especial, con esa tía media exiliada de la familia que seguro es la que callan, porque “algo” sabe, como para poder comprender mejor y poder mirar las piezas del puzzle de la mejor manera posible y ahí vemos si logramos armar algo del paisaje. Capaz que hayan piezas perdidas, que no nos permitirán completar el cuadro y tendremos que aceptar, vivir con el espacio, con el vacío, con el dolor.

Pero al conversar y analizarnos podemos mirar un poco mejor, unir ciertas piezas de la historia para constatar que no fuimos miradas, cuidadas, abrazados, acompañados como lo necesitamos. Nos da pena, nos da rabia. Nos vuelve a dar pena, y nos da más rabia. Luego, un buen día, algo pasa de tanto conversar con otros, que descubrimos que nuestros padres, tampoco pudieron ser bien alimentados.

Y aquí estoy, sentada frente al computador, entre pacientes, mis hijos en el colegio y la Clara jugando a un par de metros. Y recuerdo la conversación de anoche. Ay si, a mis hijos le caen encima, aunque no lo quiera, mis sombras y que por más colecho, teta, crianza en brazos, comprensión del cerebro infantil, de las pataletas y otros, mis hijos no se escapan la sombra que da el árbol genealógico de mi familia, ni de la sombra del árbol genealógico de mi marido. Es más, crecen bajo muchos árboles, en realidad,  un bosque.  Y caminan ahí, sombreados y fríos y a veces les llegan rayos de sol y otras veces, la luna los ilumina y acompaña en paz y otras tantas veces, cuando se habla de la sombra, se sienten frescos y libres, pero también se han sentido solitos y aterrados en medio de la oscuridad bosque, no quiere dormir solo.
¿Por qué? Porque su mamá y su papá siguen discutiendo y exigiendo uno al otro lo que los propios padres no dieron y que a ellos no les dieron y así…. sucesivamente… la guerra.

Así con las sombras, sombras que existirán siempre.
Logro ver a mi papá y a mi mamá de 5 años y me pongo en el vestido de flamenco de mi mamá y en el pantaloncito corto de mi papá.  Y  soy capaz de ponerme en tu pantalón y en tus zapatos y logro sentir como aprietan y veo tus heridas y constato como chorrean sangre a nuestros hijos e hijas. Por eso nos duele tanto ver las guerras de estos días por la televisión, porque representan nuestras propias guerras, soledades, terrores, abandonos, muertes, abusos…

Somos tan, pero tan reales, tan sencillos, tan pájaros heridos, que propongo un acto de soltar, un acto de soltar las armas, un acto de saltar y dejarnos caer en los brazos de otros para que curen las heridas y que al mismo tiempo soltemos las verdades, las soberbias, los malos tratos y propongo jugar a la humildad y que le digamos a nuestros hijos e hijas, mirándolos a los ojos, que los amamos mucho, que no sabemos criar, que intentamos hacerlo como nuestros propios padres lo hicieron y que con la anteojeras puestas creemos que esa es la forma de hacerlo, porque la verdad, somos tan ciegos, que no logramos ver a veces  lo que ustedes niños míos necesitan. Ando mirándome todo el tiempo a mi y a mi niña herida. Perdonen.
Y ¡claro! ya entendí, no va por castigos, ni refuerzos positivos y no va por ponerme autoritario, lejana, rígida, indiferente, amenazante, por hacer las tareas, por compraste ropa y llevarte a buen colegio. Lo sé, lo he visto, ése no es el camino para que te sientas querido por mi. Es otro.

Es cómo hacer para que se te quede grabado en los huesos y en la piel, que te amo y que estaré contigo en las buenas y en las malas, justo cuando creas que te voy a retar o a castigar, en ese momento, justo ahí, por favor, quiero que sepas que como te amo tanto, puedes llamarme, que estaré contigo para levantarte y que juntos carguemos el problema, para que se haga más liviano a los dos. Quiero que se te quede tatuado para siempre que tienes toda mi confianza para llorar y reír junto a mi.
Puedes contar conmigo, porque te amo. Grábatelo.

Sólo espero que a pesar de todas mis sombras, mi niñez herida, puedas sentir y mantener el tatuaje de mi amor y el amor de tu papá, en la piel y así tus hijos e hijas lo puedan ver y sentir.
Se acabó la guerra.
Se acabó mi guerra.
Quiero que por el árbol corra amor.

Leslie Power

Publicado por lesliepower

Psicóloga Clínica pacientes adultos. Motivada por dar a conocer las evidencias empíricas en lenguaje simple para cambiar la manera de relacionarnos desde el parto, la crianza... Es urgente una revolución si queremos vivir mejor.

6 comentarios sobre “Pajaritos todos.

  1. Yo también creí durante mucho tiempo que mi carga genealógica era una cuenta a saldar, una experiencia transmitible a mis hijas, algo que me pertenecía irrenunciablemente. En algunos aspectos comparto eso. Sin embargo, leí a Deleuze y descubrí que es una pérdida de tiempo irrecuperable encasillarse, identificarse y construírse a partir de otros. La vida es devenir, con nuestro paisaje interno, pero devenir alegremente. Saludos Leslie.

  2. Interesante lo leído, sin embargo quisiera manifestar una opinión, es verdad que es importante la Genealogía y es verdad que el background que trae la familia (los antecesores) es importante.
    Sin embargo para que alguna característica o comportamiento registrado por la Genealogía se manifieste, necesita de un medio ambiente que lo favorezca.
    Es decir haciendo analogía, si mis padres fueron diabéticos y yo pueda traer el registro de ser potencialmente diabética, esto no se dará si yo cuido mi alimentación, mi peso, hago ejercicios, alimento mi espíritu.
    Nosotros llamamos a ello como que debe haber “un disparador o gatillo” para que se dé tal o cual problema de salud, de manera, que en cierta forma podemos prevenir “que se encienda el botoncito” y desarrollemos tal o cual enfermedad.
    Mi consejo es que no debemos vivir en el miedo, debemos vivir simplemente y ser absolutamente FELICES, uno se crea la felicidad, eso no está escrito y varía de persona a persona de cultura a cultura.
    El terminar una tarea en la cual pusimos todo nuestro esfuerzo y la terminamos en el tiempo establecido, debe hacernos felices aún cuando puede no estar perfecta.
    El hacer un proyecto que no solo nos beneficie a nosotros, sino que el radio de acción sea mayor, debe alegrarnos.
    El haber renunciado a una actividad y reemplazarla por otra, si tuvimos la convicción que era lo correcto debe hacernos felices.
    Leía que el éxito no necesariamente era la felicidad, si van juntos ¡fantástico¡, pero si para tener éxito debo estar siempre estresada, “comiéndome la uñas”, durmiendo menos de lo recomendable o presentar alopecía (caída de cabello) creo que no es lo correcto.
    Y que conste que si soy defensora de que en todo lo que te propones debes poner tu rendimiento al máximo.
    En conclusión, debe haber una suerte de equilibrio y debemos estar preparados para todo, la vida no es color de rosa siempre, tiene matices y lo importante es tener una filosofía de vida en la que siempre rescates lo bueno y seamos proactivos.
    Si algo nos salió mal, no lo veamos como fracaso, sino veámoslo como una oportunidad de aprendizaje.
    Mis seres queridos no están a mi lado sin embargo no lloro mucho, solo un “poquito”, pues digo si la felicidad de mi hija está a unos cuantos kms, pues bien debe ser así.
    Y si mis palabras sirvieron para que una persona reflexione, seré inmensamente feliz.
    Un beso.
    Diana.

  3. Leslie, he llorado con tu artículo. De a poco me he ido interiorizando sobre la crianza respetuosa y con ello he ido confirmando lo que mi intuición y corazón me ha dicho desde que me he convertido en madre. He criado con amor, con paz, sin golpes, con respeto… pero cada cierto tiempo aparecen mis sombras, y me he pillado histérica gritando a mi hija porque algo no resultó o culpándola porque algo hizo “mal”. Siempre me perdona. Qué más querría yo que tatuar en su corazón lo que dices, mi amor infinito, ¡pero tengo tantas heridas! Y la carga familiar es verdadera, nuestras vivencias están ahí. Gracias por tus palabras y experiencias de vida ¡necesito ir a uno de tus círculos!

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