Estoy segura que nunca en la vida he sentido tanto amor como el que siento por mis hijos. Definitivamente los amo. Amarlos ha implicado principalmente ser muy respetuosa por sus necesidades según como van creciendo. Amarlos ha implicado dar mucho. Dar para recibir muy poco o mucho según el ángulo por donde se mire. Por ejemplo dar de mi leche y ver, sentir y oler a mi Clara, la menor de mis hijos, mientras succiona mi pecho a un ritmo claro. Sentir su tragar y luego ver cómo suelta el pecho, me mira y me dice “agu”. Aquello se siente como el máximo de los agradecimientos. Por tanto, amar, para mi ha significado, dar sin esperar mucho de regreso. Me complace, me hace feliz ver que mis hijos son felices. Me alegra el día escuchar cantar a mi hija mayor de casi 16 años, conversar honestamente con ella. Me encanta ver a mi hijo de 13 salir con sus amigos vecinos a jugar a la pelota. Me hace tan feliz, cuando este mismo hijo, me abraza y me dice “te quiero mucho” con voz todavía de niño. Me salta el corazón de emoción cuando veo que con su papá hacen cábalas justo antes de que su equipo de futbol salga a la cancha. Adoro, me muero de felicidad de ver a mi tercer hijo, de 4 años, bailar, conversarme con sus “z”, verlo caminar/saltando, comer “zalame”. En definitiva, cuando mis hijos están gozando, yo soy muy feliz.
Hay 3 conductas que hacen que mi hija, Clara de 7 meses, se sienta tranquila, en calma, segura. Una es dormir cerquita mío. Para eso duerme en mi cama o en una cuna colecho, es decir que no tiene baranda y queda pegada a mi cama. Así, cada vez que se despierta le doy la manito o le ofrezco el pecho y tranquilas podemos volver a dormir. Lo otro que ya lo mencioné es la lactancia, succionar mi pecho le provoca placer, sensación de seguridad y le calma el hambre y/o la sed. Tengo siempre mis pechos a mano, por lo que me simplifica la vida para poder salir cuando quiero, justamente porque es lactancia a libre demanda y porque si se le antoja en el parque, le doy en el parque, así de simple. Lo tercero que hago y que a ella le encanta y nos facilita un montón la vida, es portearla, es decir, la llevo constantemente conmigo. Uso un fular (género de varios metros) que anudo a mi cuerpo donde ella va sentada pegada a mi o una mochila ergonómica. Trabajo con ella en fular en mi consulta, he ido a dar charlas a profesionales y estudiantes, doy mis Círculos de Mujeres con ella y participo de seminarios. Hago las compras del supermercado con mi Clara amarradita a mi, quedando mis manos libres para agarrar cómodamente el carro, voy de paseo y le doy la mano a mi hijo de 4 años, y así, ando con ella para todas partes. Resultado: no llora. Es una guagua alegre, risueña, tranquila. Tiene todo lo que un mamífero humano recién nacido necesita: cercanía y respeto por sus necesidades
No llora por que está tranquila. Obvio, dirán, si está pegada a su mamá. ¡Claro! La sabiduría ancestral ya lo “sabía”. Jamás una mujer se alejaría de su cría, existen los depredadores y le puede pasar algo, por tanto siempre las madres dormimos con la guagua al lado. Le ofrecimos el alimento natural, leche materna y se le llevó en fular, siempre. Los niños eran parte del mundo de los adultos y así era como pertenecían a la comunidad y aprendía de su entorno. Esta sabiduría de miles y miles de años la perdimos hace unos pocos, cuando se inventan las casas grandes, se alejan a los niños y la leche de vaca artificial intenta reemplazar a la leche de mamífera humana, no entendiendo que la leche materna, además de alimento físico es alimento afectivo y promueve un vínculo de apego. Cuando se da leche materna, además se da cuerpo, se da confianza, se da placer. Bien, ya se sabía, pero hoy lo dudamos, por tanto, comenzaron a surgir ciertas patologías en los niños y en los adultos (depresiones, crisis de pánicos, ataques cardíacos, etc) y los investigadores, profesionales de las neurociencias, comenzaron a estudiar. Conclusión: Leche materna, colecho (compartir la habitación) y el porteo con fular o mochila ergonómica hacen que los bebés humanos estén más tranquilos y al estar más tranquilos, su cerebro, no secreta cortisol, es decir estrés, por tanto, hace adecuadas conexiones sinápticas y se desarrolla bien. Un niño que pasa los primeros años de su vida, y ojalá siempre, es un niño que se siente seguro y eso queda grabado para siempre en su cerebro, lo que hace de una base segura para la inteligencia, creatividad, autoestima, salud y placer para siempre.
Para mi y para mi hija Clara portear, nos hace bien. Sintonizo rápido con sus necesidades y se las satisfago, de esa manera ella está tranquilita y yo puedo hacer todo lo que quiero. Ofrecer cuerpo para los mamíferos humanos es placer. Placer para ella y placer para mi. Y crecer sintiendo que el mundo es lindo, principalmente bueno y placentero, hace que mi hija sienta que vivir, está bien bueno… y mirar el mundo desde al altura de la mamá o del papá, según quien la porteé, es lindo. Dormir con el sonido real del corazón de la mamá ofrece mucha calma y sentir que el mundo huele a mamá y tiene el sonido de la voz de la mamá es pura, pura seguridad, la misma seguridad que tuvo mientras estuvo 9 meses en el útero. Los mamíferos humanos necesitamos para sentir que el mundo es amable, cuerpo de mamá, movimiento de mamá, olor de mamá, palabras y canciones de mamá. Además de estar constantemente alumbrando o siendo conscientes de nuestras sombras e historia de vida que se pone en juego cuando somos mamás.
Leslie Power
Hermoso Leslie… de haber sabido esto antes, hubiera usado el conocimiento con mis hijos cuando eran bebés, pero la presión de la sociedad y el trabajo apura que de alguna forma se cercene ese vínculo tan íntimo y especial que no se pierde, pero se modifica y se hace trabajoso mantener, porque no hay políticas laborales que promuevan y faciliten la maternidad y el tiempo es poco. Afortunadamente hoy comparto mucho con mis hijos, porque me di cuenta que necesitan mucho a su mamá afectiva, más que proveedora, entonces hay muchos abrazos, besos, llamadas telefónicas, mensajitos por las redes sociales, paseos y también dormir con ellos si lo necesitan, no importa que estén más grandes y ocupen más espacio, lo importante es que nos amamamos mucho. Gracias y felicitaciones por tu labor.
Reblogueó esto en Sal de tu Tierray comentado:
Portear y amar
Hola, tengo una duda… Alguna vez leí un posteo en el que aconsejabas que desde los seis meses de vida el bebé durmiera en su propia pieza. Cambió tu manera de pensar? Saludos!
No, nunca he escrito eso.