Ayer, en algún momento del día, aparecieron las fuerzas que durante estas últimas 11 semanas han estado en reposo. Se me iluminó la ampolleta y me puse a twittear y a “facebookear” de lo lindo durante 30 minutos. Luego, desaparecí para concentrarme en mis hijos hombres, que por estos días han estado necesitando de su mamá.
Fueron sólo frases y párrafos simples para algunos, pero con una vehemencia que hizo que otros se sintieran un poquito incómodos. Para mí, la incomodidad es pan de cada día. De hecho, suelo ser una psicóloga que incomoda. Es decir, en muchas sesiones de psicoterapia lo que intento es, justamente, hacer que el paciente se escuche, mostrándole lo que ha dicho y de lo que por años se ha defendido. Eso incomoda o angustia. Sin embargo, pronto llega el alivio, cuando se elabora de a poco el conflicto.
Si alguien desea ir a un psicólogo o psicóloga donde todo sea “rico, buena onda”, no me escriban ni me llamen. En mi consulta soy, por lo general, muy empática; pero me pagan por trabajar, lo que hace que sea profesionalmente correcta.
Los que necesiten de mi ayuda, deben saber que soy una profesional de la salud que entiende a los recién nacidos mamíferos humanos, a los niños y a sus padres como seres que buscan, principalmente, apego; y secundariamente, satisfacción de las necesidades básicas y más sofisticadas. Esto quiere decir que la familia, sea del tipo que sea, busca estar juntos para poder sentirse seguros, confiar en el otro y conseguir en la cercanía, la satisfacción de las necesidades de cariño, abrazos, leche, calor, miradas, comidas, conversaciones, compañía, ropa y traslados.
Para mí y para muchos profesionales de la salud, empapados por las investigaciones de las neurociencias, es fácil comprender que el niño es inmaduro y que avanza por la vida aprendiendo y, por tanto, “falla” a cada rato. Pero para eso estamos nosotros, los adultos significativos: para sostenerlos, levantarlos y entregarles herramientas (palabras y amor) para que sigan adelante. Como cuando el niño de un año comienza a dar los primeros pasos: da tres pasitos y cae al suelo; mira a la mamá; levanta la cola parando las manos; se para; sonríe; tres pasitos más, vuelve a mirar a la mamá y cae. La madre lo para, lo abraza, lo alienta y sigue, hasta que camina.
Como la adolescente que, en el intento de encontrar su propia identidad, con el cerebro revuelto por las nuevas hormonas, intenta conseguir sus propios pasos, distintos a los de sus padres. Y en ese viaje se cae (se emborracha, grita, da portazos), llora y clama otra vez por mamá y papá. Ahí debemos estar nosotros, los adultos, para sostenerla nuevamente y ayudarla a retomar su camino.
Como cuando un padre de cuarenta años me dice que ha castigado a golpes a sus hijos. A uno más que al otro. Este hombre, que sin duda trae historia de maltrato por su propio padre, se ha caído. Bueno, ahí estamos para escuchar sus palabras caídas, sostener sus brazos adoloridos y levantarlo, entregándole información con empatía para que pueda seguir caminando.
Como cuando yo, en estas 11 semanas de embarazo de mi cuarto hijo, me he sentido débil, nauseosa, cansada, sin fuerzas ni ganas. Con tanto sueño, que por momentos, sólo necesito que alguien me ayude a continuar con algunas de mis actividades diarias, que me están costando mucho. He estado en cama algunos días y mi figura de apego, mi marido, ha sido mi compañero y me complementa, reemplaza, ayuda y contiene. Hoy recupero un poco más de fuerzas y pronto yo lo podré sostener a él, cuando le cueste caminar con sus pasos firmes y rápidos de siempre.
Así vamos los mamíferos humanos, siempre necesitando y deseando estar con otros para sentirnos bien. Pero sin duda alguna, los que más necesitan de apego y seguridad, son nuestros propios hijos. Porque su cerebro es inmaduro y nuestras palabras los completan, nuestros brazos los abrigan y nuestra altura les muestra también la del mundo. Los seres humanos son para mí esencialmente buenos, pero la falta de amor primario (de las primeras etapas del desarrollo) deja catástrofes. Y a menos que se revise la propia historia y las agresiones recibidas, estas catástrofes se dispararán al mundo.
Pues bien, ayer me fui a mis extremos favoritos y escribí en las redes lo siguiente:
- “Hay extremos que me fascinan. Por ejemplo, JAMÁS aplicar ley del hielo (indiferencia) a un hijo”.
- “¡Cuidado! soy extremista… JAMÁS humillar a un hijo”.
- “Hay extremos que me fascinan. Por ejemplo, nunca, nunca, nunca, golpear a un hijo”.
- “Regularice la lactancia cada 4 horas o será esclava de un mamón’. Ok. Hijo, entonces llora no más. Apego, seguridad, amparo, calma ¡no te toca! Debes ser maduro e independiente a tus 6 meses y comprender lo que el pediatra ha dicho. No hay pecho aún, falta media hora”.
- “Dar leche materna a libre demanda, dormir cerca de nuestros hijos y llevarlos en fulares o los brazos, suele hacer de la crianza un placer, con hijos menos llorones. Entonces, ¿Por qué los pediatras hacen sentir tan mal a las madres por hacer lo que les hace bien?, ¿no está permitido ser feliz en la maternidad?, ¿no está permitido que en los cerebros de los niños exista calma y, por tanto, mejores conexiones sinápticas?”.
- “Cuando elijas pediatra, neurólogo, psiquiatra o psicólogo infantil, pregunta si creen que el niño es esencialmente bueno o malo”.
Hombres y mujeres amigos de Facebook y Twitter acostumbrados a seguir su intuición o que, dudosos del instinto de protección a la cría, han tenido que leer investigaciones que avalen la crianza respetuosa, inmediatamente comentaron, “retuitearon”, compartieron y agregaron situaciones que han vivido, la mayoría con sus propios padres y otros con sus pediatras (puedes revisar los comentarios en mi Facebook. Todas las opiniones han sido muy interesantes).
También recibí un email de una neuróloga infantil, tan, pero tan lindo. Agradecía lo que muchas mujeres hacemos para entregar información a las nuevas madres y padres; por el blog y la página de Espaciocrianza, que me dio más fuerza para continuar con esta Revolución del Amor. Además, agregó que gracias a la información recibida, ella ha podido ejercer una mejor labor como neuróloga. ¡Bien!
Eso sí, me pidió que no generalizara. Que no todos los pediatras son iguales. ¡Y claro! deben haber varios que algo han leído y estudiado, porque en el currículum universitario respecto a lactancia, crianza, apego, pataletas, alimentación complementaria, etc., tienen muy poco. Pero de todas formas, transmiten a las madres información desde la creencia de que el niño es esencialmente malo:
- “Manipula”. No puede: es inmaduro. Mujeres y hombres pediatras, psicólogos, neurólogos y psiquiatras creen que el niño, con un cerebro inmaduro, es capaz de manipular a los padres. ¿De dónde sacan esa información?, ¿tienen alguna investigación? Y si fuera así, llegan a manipular sólo para conseguir miradas, atención y vida. “Es que sólo lo hace para llamar tú atención”, ¡obvio! Y ahora pregúntate, por qué un niño debe hacer tal cosa para llamar tú atención, ¿dónde estás tú?
- “Te esclavizará”. Nunca vi a un recién nacido, ni a un niño de dos años, esclavizando a adultos.
- “Será un mamón”. Sí, lo mamíferos humanos somos mamones.
- “Demasiado regalón”. Ojalá. Si no lo fuera, comenzamos a hipotetizar respecto a un trastorno en el Apego.
- “No podrás sacarlo nunca de tu cama”. Mentira. Todo niño satisfecho y seguro, no quiere ni necesita tanta cercanía, cuando comienza la etapa de la independencia relativa. Muy pronto, los niños ponen letreros en sus piezas que dicen: NO ENTRAR).
- Recomiendan aplicar el “Duérmete Niño” para que la madre y el padre puedan tener intimidad por la noche o dormir de corrido. Interesante… los padres son tan rutinarios, que el sexo sólo es por la noche y en la cama. Raro y poco creativo; los están subestimando. Ustedes, adultos, duerman abrazaditos. mientras su hijo de 4 meses puede y debe dormir solo. Él debe ser independiente, pero ustedes, son dependientes… ¿De dónde sacan esa información? Los niños se despiertan por la noche, justamente, para sentir que están seguros al oler el cuerpo de la madre. Una vez seguros, se duermen. Aplicar este tipo de métodos, sólo hace que mi consulta se llene de niños de 11 y 12 años, llenos de temores nocturnos, que buscan a esa edad lo que se perdieron cuando eran bebés.
- Que “luego de los seis meses, la leche materna no alimenta”. ¡Mito! Y por lo demás, las guaguas no succionan sólo por hambre o sed. La mayoría de las tomas son por placer, amor, seguridad, miedo, pena, rabia, etc.)
A continuación, dejo con ustedes un link que escribió el partero y profesor de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), Gonzalo Leiva; quien hizo un resumen de lo que profesionales de la salud dijeron en el ciclo de “Conversaciones sobre Promoción de Lactancia Materna y Crianza Respetuosa”, organizado por “Chile Crece Contigo” (ChCC). El invitado principal fue el pediatra Carlos González y la pediatra, especialista en lactancia, Verónica Valdés, a quienes Leiva resumió en el siguiente párrafo:
Lamento si algún profesional de la salud se ha visto tocado por mis comentarios en distintos medios. Pero la verdad, me importa poco. Me dedico a los conflictos, es mi pega. Es más, si mis palabras han incomodado a algún profesional, espero que los haya motivado a dar un golpe de timón y a comenzar a aprender un poquito más.
Yo aprendo tanto de ustedes y no saben cómo agradezco cuando han dado con el diagnóstico adecuado, cuando mis hijos han estado enfermos. Pero en los largos 10 años que estudian medicina, tendrían que incorporar al rededor de 10 más para comprender todo lo que la antropología, etnopediatría, psicología, psiquiatría, neurología, biología y neurociencias, en general, han venido a destacar estos últimos 30 años.
La generación de nuevos médicos, entiendo, que han ido incorporando algunas nuevas nociones de lactancia. Bien, pero, justamente, gracias al esfuerzo de otros profesionales, madres y padres empoderados, que han reclamado prácticas desde la base de que el niño humano es una persona, principalmente, de apego y que, por lo tanto, ni loco o gravemente enfermo, no buscaría seguridad en sus padres.
Me preocupa recibir a diario en mi consulta a madres que lloran, porque el pediatra las ha retado, minimizando la labor materna y sin dejarlas seguir lo que les dice su saber. Es realmente violento que una autoridad de la salud diga cosas que no sabe. Es agresivo que se metan con los pechos y las bocas de los seres humanos. Puede llegar a ser traumatizante la separación de un niño de su madre. No corresponde que se metan en la cama… hay aspectos de nuestras vidas que son íntimos.
¿Hagamos tribu con niños sanos?
Ustedes, pediatras, neurólogos infantiles, psicólogos son tan, pero tan importantes en la salud de todos… ¡Vamos! Sigamos trabajando con el amor que tienen hacia la salud (total).
Leslie Power
Psicóloga Clínica
En busca de una revolución: menos enfermedades gracias al poder de las madres, los padres y los profesionales de la salud, todos juntos.