Tiempo, cariños, palabras: menos angustias

Cuando enviamos a nuestros hijos al jardín infantil y a los 4 años ingresan al colegio. ¿Qué esperamos de esa educación? Algunos padres dicen: “Valores, como los de nuestra familia”. Otros, dirán que no, que lo que esperan del colegio es excelencia académica y, sobre los valores, se hacen cargo ellos en la casa luego del trabajo.  Y otros, quieren colegios bilingües, religiosos y/o deportistas.

De 08:00 de la mañana a 03:00 de la tarde, algunos niños quedan en un establecimiento educacional a cargo de uno o más profesores que los “educarán”, aproximadamente 10 horas, sin contar el traslado. Muchos niños y niñas llegan cansados, irritados, con hambre, frío, calor, penas guardadas, rabias, placeres, momentos entretenidos, nuevos aprendizajes, desafíos y tareas. Y ¿tareas sobre las emociones? ¿Cómo te sentiste hoy?; ¿Qué te hizo feliz?; ¿Algún profesor te parece entretenido para aprender?; ¿Hay algún compañero que lo esté pasando mal?
Sobre los aspectos sociales y emocionales poco se aprende. De hecho, siguiendo a la autora Alice Miller, hay muchos niños bien dotados, de excelencia académica, deportistas y mejores amigos, que sufren emocionalmente un drama. Muchas personas con coeficiente intelectual alto, con éxito académico y laboral, saben poco sobre su mundo interno emocional y afectivo. El ser dotados les sirve, hasta que las emociones irrumpen de manera desorganizada, provocando trastornos de diversos tipos: depresiones, suicidios, crisis de pánico, irritabilidad, trastornos del sueño, somatizaciones, cuadros ansiosos, crisis familiares, educacionales, laborales, etc.
Luego de que la vida se hace cuesta arriba, los diplomas conseguidos no nos sirven y, en el mejor de los casos, comenzamos a trabajar en psicoterapia. En el proceso, las palabras comienzan a llenar espacios vacíos; encontramos con tiempo y buena compañía eslabones perdidos; y los pacientes descubren una nueva manera de entender sus emociones. Aprenden, en psicoterapia, a los 8,15 o 40 años a organizar sus emociones, de las que nunca nadie les habló ni en la casa, ni en el colegio. De esa manera el mundo intelectual y el mundo emocional comienza desde muy pequeños a quedar disociados, en carpetas distintas y muy bien separadas. Cuando en la realidad mental, casi el 80% de nuestras decisiones y proyectos son tomados desde las emociones. (Puede leer a Eduardo Punset)
¿Hemos tenido, los adultos de hoy, la oportunidad de sentir, mirar y pensar nuestras emociones, de tal manera, de ayudar a nuestros niños a ser emocional y socialmente sanos? Poco.
¿Qué  podemos hacer?:
  • Tomarnos tiempo para nosotros. Meditar, sentir/pensar, acerca de las cosas que nos suceden, de las sensaciones que nos producen ciertas situaciones, recordar nuestros sueños de la noche anterior. Descansar. Escuchar atentos una canción. Sentir/pensar por qué la actitud de ese niño me provoca tal sensación de enojo. El cerebro analizado de un adulto, es un regalo para el niño que vive cerca nuestro.
  • Entregarles tiempos a nuestros hijos. Conversar con ellos, preguntarles qué tan bien lo pasaron en el colegio; si algún amigo está enfermo o lo pasa mal en clases. Preguntar qué le gusta de la profesora de castellano y qué no le gusta del colegio.
  • Creerles lo que dicen. Preguntar por los sueños que tuvieron la noche anterior. Leerles o inventar juntos un cuento. Caminar, simplemente caminar tomados de la mano. Un paseo a la plaza, ver televisión juntos y compartir un chocolate abrazados.
  • En la sala de clases puede existir un momento para que cada niño medite y luego, un espacio para compartir las meditaciones, sensaciones, pensamientos, proyectos, deseos. “El rincón de la empatía” o “El momento de la paz”.
  • Al ver una película o dibujos animados, pregúntenle a los niños qué piensan sobre la actitud de tal personaje.
  • Poner situaciones para ponernos en el lugar del otro y desarrollar la empatía: ¿cómo se sentirá Matilde, ahora que sus papás se separaron?
  • Conversar, conversar y conversar. Educar y no castigar. Miren esta maravilla de video: tan simple, tan amoroso (http://www.youtube.com/watch?v=O28qME0gW-c&feature=plcp).

Ya está demostrado por las neurociencias: todo lo que hagamos desde la experiencia modifica la expresión de los genes. Eso quiere decir, que sólo se manifiestan ciertas situaciones si el ambiente familiar, social y educacional lo favorecen. Por ejemplo, si tengo un hijo con talento para el canto y le ofrezco desarrollar ese talento, lo desarrollará bien, sólo si le dedica MUCHA cantidad de tiempo de calidad al piano. Si tengo un hijo con antecedentes familiares de depresión y alcoholismo, y el ambiente es favorable para desarrollar dichas patologías, repetirá la historia familiar. ¿Por genética? No, por el ambiente. Un ambiente que se va repitiendo de generación en generación, a menos que dediquemos tiempo a las emociones, a nuestros miedos, deseos, fantasías y le demos tiempo para que las palabras logren decir “eso” que sentimos, en familia.

Esa es una de las maneras de hacer que la historia no se repita.  Por eso, si queremos tener hijos sanos, quienes la mayor parte del tiempo enfrenten los conflictos de manera creativa y que sean buenas personas, debemos dedicarles mucho tiempo de calidad. Mucho tiempo de palabras, miradas y abrazos. Como con el piano.

Es urgente desarrollar espacios diarios para comprender las emociones, de tal manera de proteger a nuestros hijos y a nosotros mismos, de desarrollar enfermedades que no deseamos (somatizaciones). Hablando le ahorramos trabajo al cuerpo. Darnos tiempo para “estar de verdad”, hace que los protejamos de ser víctimas de abusos y malos tratos por parte de otros. Y lo que me toca ver a cada rato: personas brillantes, muy pero muy inteligentes, pero con unos dolores y soledades internas, que llegan a doler los huesos del frío emocional.
Dejo un extracto de una persona, quien sufre en la adultez, la carencia de palabras, cuidadores adecuados y cariños:
“ANGUSTIA
Es muy claro que algo en mí está roto, dañado, quebrado, destrozado y abandonado, profundamente. Tanto que incluso a mí me cuesta verlo. No aparece todos los días (y cada vez era más lejano para mí esto), pero hoy apareció con mucha fuerza. A las 03:30 am me despierto agitado, con el pecho muy apretado, mucha sed, taquicardia y aún con un recuerdo borroso de mis malos sueños recientes. Más bien, un vago recuerdo de sensaciones de sueños desesperados y violentos.
Mientras estaba en la cama tratando de reponerme, sentía cada vez más apretado el pecho. Fui al baño a tomar agua, me hice un té de hierbas y nada…leí, se me pasó la hora y a pesar de todo, en ese momento estaba tranquilo. Llegaron las 07:00 am y fui a buscar el diario. Se me comenzó a pasar todo esto que sentía durante la mañana.
Tipo 11 de la mañana, me comenzó a aumentar. Después de almuerzo ya era terrible: tuve que parar de hacer mis cosas y salir. Ahora sí estaba intranquilo, acelerado y muy desorganizado. Pensé que con algo de deporte se me pasaría. Mientras manejaba al gimnasio, empecé a pensar en lo que me pasaba. No era una simple taquicardia, me di cuenta de que estaba muy angustiado. Fue terrible, pero me di cuenta.
Camino al gym se me comenzaron a aparecer las razones, LOS FANTASMAS DE SIEMPRE y todos juntos: mi papá no pesca, mis propias presiones porque no voy a ninguna parte, la Jose que está lejos, la ausencia de cariño de la familia (papá/mamá y la propia, que ya no se qué es) cuando uno los necesita. También aparecieron nuevos ingredientes: la Xime que no le gusta verme enfermo y se aleja por sus propia historias no resueltas, el viaje a África y mil cosas. Estaba a punto de borrarme… ¡tuve sensación agradable de morir! En la desesperación eso sentí.
Ya en el gimnasio, me sentí algo mejor por estar haciendo ejercicio y desconcentrarme, en parte, de mis pensamientos, pero me costó. Al final me puse a pensar, brevemente, que no estaba en el ahora: estaba en el futuro, en el pasado, en cualquier parte imaginando situaciones que no estoy viviendo. ¡Todos mis miedos juntos! Fue terrible… además con sueño, lo que lo volvía todo como si de verdad estuviera en otra dimensión.
Finalmente, no terminé todo lo que tenía programado en el gym. Llegó un momento en que estuve ahogado, me duché y me fui.
Te escribo, porque para variar, no sé con quién hablar. ¡¿Estoy solo?! Estoy muy triste, deprimido, ahogado, angustiado. ¡¡Todo me vino de golpe!!
Mientras te escribo- que parece, a estas alturas, que es algo que de alguna forma me ayuda- me empiezo a sentir algo mejor. ¿Qué hago con mi vida? es un desastre… No sé de dónde afirmarme. ¡¿Por qué a veces me es tan difícil?!”.
Leslie Power
Psicóloga Clínica.
En búsqueda de nuevas formas de relacionarnos para prevenir angustias.
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Publicado por lesliepower

Psicóloga Clínica pacientes adultos. Motivada por dar a conocer las evidencias empíricas en lenguaje simple para cambiar la manera de relacionarnos desde el parto, la crianza... Es urgente una revolución si queremos vivir mejor.

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