Y quien quiera salir a trabajar y dejar a sus hijos al cuidado de instituciones o de terceras personas, que lo haga. Quien quiera dedicarse sólo a cuidar y decida postergar, o definitivamente dejar de trabajar, que también lo haga. Siempre y cuando conozca o se informe sobre qué tratan esas elecciones y cuáles son sus consecuencias.
Desde adolescente que trabajo y a los 24 años fui madre por primera vez. Mi tercer hijo tiene casi 3 años, soy activista de #revoluciondelamor (postnatal, entre otras causas) y me encantaría volver a embarazarme. Pero tengo 39 y mi último hijo nació por cesárea, situación que detesté.
El asunto es que siempre he trabajado y la verdad no es ninguna hazaña. Sencillamente porque todas las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad lo han hecho. La diferencia, es que lo hacían con sus crías a cuesta en bandoleras, fulares o sábanas (antiguamente, una madre jamás se alejaba de su recién nacido). Otra diferencia, es que ese trabajo no era remunerado y además, era solidario entre mujeres. Mientras que los hombres realizaban el trabajo fuera del hogar.
Las mujeres hemos arrastrado abusos y discriminaciones desde hace millones de años, pero creo que por estos tiempos vivimos una de las peores de las esclavitudes bajo el eslogan: “somos libres, porque trabajamos”.
Sin duda, agradezco la lucha feminista por conseguir derechos, igualdades, calles, universidades, votos, anticoncepción, etc. Pero ahí nos quedamos atrapadas en un sistema que pertenece al patriarcado neoliberal y que suena a feminismo masculinizante. Lo que hemos hecho es trabajar pagando un precio altísimo, ya que para ingresar al mundo laboral del “afuera”- hecho por hombres y para hombres- debimos “cortar” nuestras leches y nuestros cuerpos -metiendo plásticos y sacando partes-, aplanar nuestras hormonas, dejar nuestras curvas y, lo más catastrófico, dejar a nuestros hijos e hijas en instituciones, justo en una etapa del desarrollo donde las neurociencias han venido a gritar que se requiere de un adulto responsable, no de 1 adulto por cada 8 o 10 recién nacidos. ¡Ay! Algo así como: “para poder trabajar, debemos dejar de ser mujeres”. Es curioso, abusivo, violento y discriminatorio. Pero lo aceptamos, así, simplecito, y mandamos a nuestros hijos a que repliquen el sistema, quienes en el 2020 se lamentarán de depresiones y suicidios.
Para ser libres, ganar dinero y ascenso laboral, somos esclavas de un sistema que favorece al patriarcado, el éxito, el consumo y las jerarquizaciones. Nos entregamos cuales sirvientas al sistema para que produzca más. Mientras que nuestros hijos recién nacidos, quedan al cuidado de terceros y los hijos de terceros, quedan al cuidado de cuartos. Perpetuando así los ciclos de abandono infantil. Nadie cría a sus crías.
¿Y por qué los recién nacidos, los lactantes, los menores de dos años son exiliados de su propia tierra materna? ¡¿A qué vienen al mundo, sino a ser incorporados a la vida misma?!
Las mujeres debimos cortar el saber materno y convertirnos en hombres. Mientras solo unos pocos de ellos decidieron hacer un vuelco hacia adentro para ayudar con la crianza y los asuntos domésticos.
La mayoría de las mujeres sale de sus casas a las 6:00 am en Transantiago (¡valor!), deja a su bebé en una sala cuna, trabaja 9 horas, se saca leche en el baño de la empresa (¿higiénico? ¿y si invitamos al jefe a almorzar al baño?), regresa en transporte público con los pechos colmados de leche y, llena de culpa, recoge a su recién nacido de la sala cuna. Llega a casa, lava, plancha, cocina y acompaña a los hijos con las tareas. Le dieron las 11 de la noche, los niños se han ido a dormir y es hora de cigarros, alcohol y tranquilizantes. ¿Esto es libertad femenina? A mí me parece esclavitud del patriarcado. ¿Y quiénes son los más perjudicados? Nuestros hijos.
Dejo un artículo y un documental cortito: Paris je t’aime
Y si lloras, sécate las lágrimas y únete a la #revolucióndelamor, para que busquemos urgente políticas de conciliación trabajo – familia.
Sé feliz.
Leslie Power
Psicóloga Clínica